El poder de las marcas blancas


La conocida como marca blanca, correctamente llamada marca del distribuidor o marca genérica o marca propia, es la marca perteneciente a una cadena de distribución con la que se venden productos de distintos fabricantes.
El objetivo de las marcas blancas es conseguir una fidelidad comercial para los artículos del establecimiento. El desarrollo de las marcas blancas empezó en 1975, con lo que entonces se llamó «producto libre». La premisa de su lanzamiento era:
«Igual de buenas que las grandes marcas y más baratas (porque no hay gastos de publicidad)».
Los primeros envases de estos artículos eran blancos y bastante asépticos; de ahí, el nombre de marca blanca. Trataba de captar al comprador que pretendía comprar un producto básico sin tener que pagar por la marca del fabricante.
La percepción que tenemos de las marcas blancas frente a las primeras marcas, es que son de igual o peor calidad. Cosa en la que estamos equivocados, Emma Ruiz, nutricionista y directora de Proyectos de la Fundación Española de la Nutrición, (FEN), explica que la marca de distribuidor no tiene por qué ser de menor calidad. En su opinión, «lo importante son los ingredientes –cuáles y cuánto–. Y el tratamiento industrial que hayan sufrido. Da igual la marca».
La marca blanca ha tenido un gran auge en la distribución alimentaria en los últimos años, pasando en algunos países a superar las ventas de marcas del fabricante. La confianza que el consumidor ponía en un fabricante se traslada a una cadena de distribución que merece su aprobación. En España crece a pasos agigantados. El motivo: es más barata que las marcas de los fabricantes.
Pero desde su aparición les ha perseguido la pregunta de si serán igual de saludables y sanas que las marcas  La respuesta es que sí, porque lógicamente todo producto, antes de llegar a las estanterías, debe pasar unos controles de calidad de elaboración y envasado. Es decir, deben ofrecer las mismas garantías y seguridad a la hora de su consumo, o de lo contrario serán retiradas.

Autor: Analiza Calidad

http://analizacalidad.wordpress.com/2014/04/24/el-poder-de-las-marcas-blancas/

Acrilamidas en alimentos


Las acrilamidas son una sustancia química utilizada en la industria para producir compuestos que se emplean en la depuración de aguas, la fabricación de papel y el acondicionamiento del suelo, pero también están presentes en cosméticos o artículos de higiene personal. Además, las acrilamidas se forman en el humo del tabaco y de los tubos de escape.
En cuanto a sus efectos, hasta hace poco las investigaciones en seres humanos se habían centrado en el contacto con la piel o la inhalación. Está comprobado que ese tipo de exposición puede provocar daños en el sistema nervioso cuando las cantidades son lo suficientemente grandes. Por lo tanto, se pensaba que sólo los trabajadores que se encuentran habitualmente en contacto con ellas corrían riesgos.
Por otro lado, la experimentación con animales ha indicado un efecto perjudicial sobre la fertilidad. Además, las acrilamidas también son sospechosas de provocar cáncer. La experimentación con animales (ratas y ratones) llevó a la Organización Mundial de la Salud a clasificarlas como probable cancerígeno para los humanos en 1994.
¿Dónde se encuentran?
En principio, se pueden encontrar restos de acrilamidas en el agua que bebemos, pero en cantidades ínfimas. La sorpresa surgió cuando los investigadores suecos, que estaban estudiando el impacto de las acrilamidas en trabajadores de la industria, descubrieron por azar que individuos que no tenían ningún contacto profesional con las acrilamidas presentaban no obstante cantidades elevadas de estas sustancias en sangre. Se preguntaron entonces si esas acrilamidas no habrían llegado a través de la alimentación en lugar de por inhalación o contacto.
Los investigadores suecos desarrollaron un método para medir los niveles de acrilamidas en alimentos e hicieron comprobaciones en más de 100 productos elegidos al azar. Los análisis realizados confirmaron la hipótesis: algunos alimentos contienen niveles altos de acrilamidas.
¿Qué alimentos están afectados?
Los productos fabricados a partir de patatas o cereales y que han sido fritos u horneados, por ejemplo: las patatas fritas (de bolsa o caseras), panes, biscotes, crackers, galletas y aperitivos salados, cereales de desayuno.
Los niveles encontrados en las patatas fritas son relativamente altos comparados con los de otros productos estudiados, pero los resultados varían mucho incluso dentro de un mismo grupo de productos y hasta de una misma marca.
En cambio, en las patatas crudas o cocidas en agua o al vapor no se han encontrado hasta ahora acrilamidas ni tampoco en carne ni pescados cocidos.


14 de mayo, 2014 de Analiza Calidad.